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COVID-19: ¿Porqué aún no se vacunan a los niños?

¿Porqué aun no se vacuna a los niños contra el COVID-19?

Según la revista científica del MIT – Technology Review en español, son variadas las razones que explican por qué ningún país del mundo aún no ha incluido a los niños y niñas en sus grupos prioritarios de vacunación. Además de su menor riesgo de contagiarse, sufrir casos graves y transmitir el coronavirus, existen cuestiones éticas en torno a los ensayos, pero el retraso en la vacunación infantil puede generar algunos problemas.

Mientras la gran mayoría del mundo libra una carrera frenética para vacunar a su personal de salud, adultos mayores, trabajadores prioritarios, miembros de las fuerzas armadas contra el coronavirus (COVID-19) lo antes posible, hay un grupo que brilla por su ausencia en las colas para vacunarse: los niños.

¿Cuándo habrá una vacuna contra la covid-19 para los niños?

Technology Review indica en la nota que la vacuna de Pfizer-BioNTech solo está aprobado en personas de 16 años o más, y la vacuna de Moderna es únicamente para adultos. Para ambas, los ensayos con los grupos de edad más jóvenes están en curso actualmente y los resultados se esperan este año. Las vacunas de Oxford-AstraZeneca y de Johnson & Johnson también comenzarán pronto sus ensayos en niños.

En un mundo donde la mayoría de las vacunas se administran a los menores de dos años, ¿por qué los niños se han quedado atrás en esta pandemia mundial? ¿Y qué implicaciones tiene eso para los adultos?

La aparente resiliencia de los niños a la COVID-19 los convierte en un grupo de menor prioridad para la vacunación, especialmente cuando la demanda de vacunas ha superado con creces la oferta.

Los más pequeños también suponen un desafío en el desarrollo de vacunas, y en el de cualquier tipo de fármacos, porque se los considera una población vulnerable, afirma la especialista en enfermedades infecciosas pediátricas de la Universidad de Minnesota (EE. UU.) Beth Thielen, y detalla: «Queremos tomar medidas de seguridad adicionales para protegerlos de daños. Solemos ser mucho más cautelosos al inscribir a niños en estudios y no exponerlos a riesgos indebidos».

La posibilidad de que el potencial daño por probar una nueva vacuna o medicamento en niños supere los beneficios preocupa especialmente en el caso del MIS-C, señala la pediatra de la División de Enfermedades Infecciosas de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins (EE. UU.) Anna Sick-Samuels. Se cree que el MIS-C es el resultado de una respuesta inflamatoria masiva al virus SARS-CoV-2. «Será importante analizar si las actuales vacunas de ARNm pueden provocar una respuesta de anticuerpos que también afectaría a MIS-C o si esto es solo una complicación de la infección viral», explica la pediatra.

Por lo tanto, parece probable que pase más tiempo antes de que los niños comiencen a vacunarse. Esto puede provocar un cambio demográfico en los contagios por COVID-19 a medida que los sectores de mayor edad de la población adquieren inmunidad y la carga de la infección se traslade a los grupos más jóvenes no vacunados. Eso no supondrá que más niños contraigan el virus, pero si habrá menos adultos en riesgo y los niños representarían la mayoría de los casos en comparación con los adultos, lo contrario de lo que pasa actualmente en todo el mundo.

Lo que podría pasar es que el retraso en la inmunización de los niños los convierta en un depósito del virus en la población, lo que seguiría sembrando nuevos brotes. Es algo que representaría un problema incluso para los adultos vacunados, opina el especialista en enfermedades infecciosas y epidemiólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Florida (EE. UU.) Mobeen Rathore.

«Entonces, la duda real sería: las personas que están inmunizadas contraen la infección, no se van a poner enfermas, pero no se podrá detener el ciclo de la propagación», resalta Rathore. Y mientras el virus esté circulando en la población, el riesgo de enfermedades, muertes y mutaciones permanece.

También existe la preocupación de que las nuevas variantes puedan representar una mayor amenaza para los niños: las primeras evidencias sugieren que pueden ser más susceptibles a la variante de Reino Unido, aunque aún no está claro si la mayor prevalencia de la B.1.1.7 en los niños, en comparación con el la cepa original del SARS-CoV-2, es en realidad el resultado de los confinamientos que redujeron la exposición de los adultos al SARS-CoV-2 en general.

No hay duda de que los niños deberían vacunarse contra la COVID-19, y probablemente lo harán. Todavía corren el riesgo de enfermar y, en casos muy raros, morir. Para un virus que se propaga por todos los grupos de edad, que haya una gran parte de la población no vacunada siempre socavará los esfuerzos para lograr la inmunidad colectiva mediante la vacunación; suponiendo que las vacunas pueden traer esa inmunidad colectiva contra la COVID-19.

Flasche cree que es una posibilidad muy remota: «Tenemos un patógeno altamente transmisible donde básicamente todos los grupos de población contribuyen con su granito de arena a la propagación. Eso significa que, incluso con las mejores vacunas será muy difícil, en el mejor de los casos, reducir la propagación».

A Rathore le encantaría tener una vacuna contra la COVID-19 para niños cuanto antes, pero cree que los grupos de alto riesgo tienen una mayor prioridad. Y concluye: «Soy un defensor de los niños y quiero que estén lo más seguros, y las vacunas son lo mejor que tenemos para mantener a todos a salvo, incluido los niños. Pero aprovechemos al máximo lo que tenemos. Aún no lo hemos hecho, así que actualmente es ahí donde debería estar nuestro enfoque».

Lee la nota completa de la revista «Technology Review» en español aquí.